martes, 26 de abril de 2011

Yonny Galindo/"Mi lectura en la Vigilia Pascual"

Por: Yonny Galindo Marín
yonnydg@gmail.com

En aquel tiempo, Dios le puso una prueba a Abraham y le dijo: “¡Abraham, Abraham!” Él respondió: “Aquí estoy”.

Y Dios le dijo: “Toma a tu hijo único, Isaac, a quien tanto amas; vete a la región de Moria y ofrécemelo en sacrificio, en el monte que yo te indicaré”.

Abraham madrugó, aparejó su burro, tomó consigo a dos de sus criados y a su hijo Isaac; cortó leña para el sacrificio y se encaminó al lugar que Dios le había indicado. Al tercer día divisó a lo lejos el lugar. Les dijo, entonces, a sus criados: “Quédense aquí con el burro; yo iré con el muchacho hasta allá, para adorar a Dios y después regresaremos”.

Abraham tomó la leña para el sacrificio, se la cargó a su hijo Isaac y tomó en su mano el fuego y el cuchillo. Los dos caminaban juntos. Isaac dijo a su padre Abraham: “¡Padre!”
Él respondió: “¿Qué quieres, hijo?” El muchacho contestó: “Ya tenemos fuego y leña, pero ¿dónde está el cordero para el sacrificio?” Abraham le contestó: “Dios nos dará el cordero para el sacrificio, hijo mío”. Y siguieron caminando juntos.

Cuando llegaron al sitio que Dios le había indicado. Abraham levantó un altar y acomodó la leña, y tomó el cuchillo para degollarlo.

Pero el ángel del Señor lo llamó desde el cielo y le dijo: “¡Abraham, Abraham!” Él contestó: “Aquí estoy”. El ángel le dijo: “No descargues la mano contra tu hijo, ni le hagas daño. Ya veo que temes a Dios, porque no le has negado a tu hijo único”.

Abraham levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en la maleza y lo ofreció en sacrificio, en lugar de su hijo. Abraham puso por nombre a aquel sitio “El Señor provée”, por lo que aún el día de hoy se dice: “El monte donde el Señor provée”.

El ángel del Señor volvió a llamar a Abraham desde el cielo y le dijo: “Juro por mí mismo, dice el Señor, que por haber hecho esto y no haberme negado a tu hijo único, yo te bendeciré y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y las arenas del mar. Tus descendientes conquistarán las ciudades enemigas. En tu descendencia serán bendecidos todos los pueblos de la tierra, porque obedeciste a mis palabras”.

Palabra de Dios. A lo que respondieron los fieles presentes: “Te alabamos, Señor”.

Quien haya ido a la Vigilia Pascual del pasado sábado en la noche habrá oído este relato precedido de la narración de la creación.

Hoy martes se lo transcribo en esta columna por cuanto es la primera manifestación de fe que registran las Sagradas Escrituras, y en eso estriba su trascendencia para todo aquel que se precie de ser cristiano, toda vez que todos nuestros actos están movidos por la fe; creer en Dios, nuestro Señor, creador del cielo y de la tierra, tal como reza nuestro “Credo”. Abandonarnos en Él; ese es el principio y el culmen, el alfa y el omega de todo cristiano.

Después de que se consumara el pecado, por la desobediencia de Eva, Abraham fue el primer hombre a quien Dios acudió para llevar a cabo su plan de salvación, que se concretaría cientos de años después, con la muerte y resurrección de Jesús.

La forma de donarnos a Dios es que Jesús resucitado entre en nuestras vidas, en el día a día de nuestros actos. Dios, al igual que Abraham, también nos pone a prueba.
No nos neguemos al Señor, ni le neguemos nuestras familias, ni nuestros hijos. Abandonémonos en Él y seguro que proveerá.

¡Felices Pascuas de Resurrección! Del libro del Génesis (Gén 22, 1-18).

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