lunes, 1 de abril de 2013

Opinión: Ciencia y disidencia

Por: DR. ANGEL RAFAEL LOMBARDI BOSCAN
DIRECTOR DEL CENTRO DE ESTUDIOS HISTORICOS DE LUZ

Hoy sabemos que la ciencia es rigor y regularidad, que el método ejerce, las más de las veces, una malsana dictadura sobre el pensamiento creativo. Y que las convenciones “científicas” producen una cierta respetabilidad académica, y hasta, social. Ahí están los sistemas de acreditación científica como el PEI (Programa de Estímulo a la Investigación) nuestro y pro gubernamental, donde el más nimio papelito debe ser recopilado a cambio de “tres lochas”, y sin permitir que el investigador responsable alcance una visibilidad al mismo nivel de su prestigio y aporte científico.

El PEI es una reinvención del antiguo Programa de Promoción al Investigador (PPI, 1990), cuya existencia causó incordio a la actual gestión gubernamental, ya que en su manía de refundarlo todo, lo hizo quebrar. Y esto sin importarle que el programa hubiera concitado importantes logros al mantener una insospechada continuidad y altos niveles de exigencia académica/científica. Sólo que “no era su programa”, carecía de la mística socialista, y de un plumazo, lo mandaron a cerrar sin que mediara una sana transición. El que hizo carrera dentro del PPI y alcanzó un alto status, fue rebajado a soldado raso y tenía que empezar de cero. Algo inconcebible e irrespetuoso.

Yo, que tuve mi natural rechazo a los esquemas de la “recopilación” científica del PPI, para hacer comprobar a otros que mis aportes en el campo de la historia e historiografía, existían, terminé cediendo y me incorporé al programa. Alcancé el nivel de acreditación II, logré una recompensa económica un tanto valiosa y formé parte de la comunidad científica del país reconocida. Ahora bien, vamos a estar claros, si usted le quita el estimulo financiero al programa, pues no hay programa. La ciencia no es precisamente una labor desinteresada, y en el caso de Venezuela y su comunidad universitaria, desasistida y mal remunerada, hay que buscar el sustento donde lo haya, aún así sean “tres lochas”.

Si bien la crisis de los universitarios y de la producción científica en Venezuela se ha ahondado aún más, y el nuevo PEI también responde a una lógica crematística, muchos hemos decidido no convalidarlo. Son muchas las razones. Está la profesional y ética: la ciencia es por naturaleza disidente y autónoma, no puede ser complaciente con el status quo para avanzar, su adocenamiento contradice sus más esenciales postulados alrededor de la duda metódica. Está la de los procedimientos, no menos importante: “Entre junio y julio de este año, el Observatorio Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación presentó la lista preliminar de investigadores que serían evaluados con el baremo computarizado diseñado para el nuevo programa. Fue muy sorprendente ver que en la lista final, publicada a finales de septiembre, había cerca de 1.000 personas más que no estaban incluidas en el reporte original. No sabemos quiénes son ni tenemos información sobre sus credenciales. Tampoco entendemos por qué fueron incorporadas fuera de lapso. Eso nos lleva a pensar que se flexibilizó el criterio y que se le dio mayor importancia a elementos de tipo ideológico”, todo ello de acuerdo a Jaime Requena, reputado investigador.

¿1.000 personas sin los méritos científicos? ¿La ideología por encima de la ciencia?

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