Por: DR. ANGEL RAFAEL LOMBARDI BOSCAN
Sino hemos llegado, casi estamos muy cerca. Y me refiero a la aspiración gubernamental de emular las conquistas sociales propias del “mar de la felicidad”, es decir, la minúscula islita de Cuba con su gerontocracia a bordo.
No hay duda que un poco de sarcasmo e ironía no caen mal en un momento de “arrechera cotidiana” ante ésta improvisación llamada Venezuela. Los artífices principales del entuerto, no es otro que éste minestrone insípido llamado: “Socialismo del Siglo XXI”.
Colas para pagar los alimentos, colas para pagar la luz, colas para pagar el agua, colas en el banco, colas vehiculares para circular en cualquier ciudad del país, colas para hacer la respectiva denuncia cuando te robaron el carro o tuviste un desafortunado encuentro con los amigos de lo ajeno, colas para utilizar el transporte público, colas en el Metro, colas para ir al cine, colas y más colas. Lo último: “8000 pacientes hacen cola para operarse en el Hospital Vargas”. Y la gente feliz.
Porque vamos a estar claros éste es un país con una ciudadanía estoica, con cepa espartana de por medio, por algo llamaron a una parte de la geografía oriental como Nueva Esparta. No obstante, el asunto no es sólo el de confraternizar cívicamente junto a los comunes alrededor de las largas colas, ésta socialización es sana y hasta deseable porque uno ha sustituido al psiquiatra de turno por la conseja popular, y no hay duda que la sabiduría está muy por encima de la ciencia.
Lo que muchas veces hace torpedear ésta bucólica sensación de bienestar, desde las colas, es que cuando nos enteramos de lo que hay que pagar, nos sonrojamos por la impotencia de no contar con el dinero suficiente. Y ya esto sí es algo inaceptable. Porque con el sudor de nuestro trabajo ni siquiera damos abasto para intentar cubrir las necesidades más básicas.
Yo siempre he dicho que “en mi hambre mando yo”, es decir, no me doblego fácilmente ante los abusos del poderoso de turno y procuro reivindicar mi libertad humana y ciudadana. No obstante, hay veces en que hay que inclinar la cerviz, para sobrevivir, aunque esto te envilezca. No hay duda que la gran mayoría de los venezolanos hemos estado sufriendo un maltrato histórico de proporciones sólo equiparables a las sociedades sin rumbo, más cercanas a un basurero histórico que a otra cosa.
Afortunadamente no somos como el santo Job, aquel buen hombre de la paciencia infinita, sino que de seguir éste deterioro suicida, ésta ciudadanía hoy feliz, pudiera sacar las garras y los dientes y mostrar su cara más fea. Y esto sí sería nefasto no sólo para éste gobierno pigmeo en ejecutorias eficientes y edificantes, sino para toda una colectividad que ya se está cansando de hacer el papel de víctima.
Y reitero una convicción: prefiero parecerme a un ciudadano sueco, triste y aburrido, con tendencias suicidas incluidas, aunque viviendo en una sociedad prospera sin colas y con plena democracia, a ser un venezolano de hoy atrapado en éste desquiciamiento cotidiano, donde la precariedad alrededor de una “cola feliz” lo es prácticamente todo. Si esto es la Patria, prefiero el papel higiénico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Los comentarios aparecerán luego de ser revisados