Por: Daniel Romero Pernalete
Los ciudadanos andamos exigiendo la paz. Al gobierno le ha dado por ofrecer la paz. Esas ganas de paz, sin embargo, no terminan de encontrarse. La razón, pienso yo, es muy sencilla: la paz que el gobierno ofrece no es la misma que demanda la gente...
La paz del gobierno es la paz del ciudadano vejado y olvidado que se queda callado. La paz del muchacho asesinado cuyos deudos procesan en silencio su duelo. La paz del estudiante domesticado por una dádiva o una promesa. La paz de la señora que soporta resignada siete horas de cola para comprar dos pollos. La paz del periodista que sólo escribe lo que al gobierno le parece sabroso. La paz del militar que con su carro nuevo le pasa por encima al artículo 328 de la Constitución. La paz del empleado público que a cambio de un salario renuncia a su derecho de pensar libremente. La paz de una justicia prepago que cobra bien caros sus servicios.
La paz del indiferente que se niega a salir de su zona de confort. La paz de unos medios de comunicación que ven por un solo ojo y escuchan por un solo oído. Una paz que descansa sobre tanques y fusiles. Una paz que se alimenta de muerte… Queremos otra paz. La paz que le permita al ciudadano usar a plenitud su derecho a la vida. La paz de la madre que tiene la certeza de que su hijo regresa cuando sale a la calle. La paz que inspiran unas Fuerzas Armadas al servicio del país.
La paz de quien puede opinar lo que quiera sin temor a represalias. La paz que le dé al emprendedor la confianza necesaria para generar bienes, servicios y empleos. La paz del estudiante que ejerce libremente su derecho al futuro. La paz de una población civil divorciada de las armas.
La paz de quien gana su sustento sin vender su conciencia. La paz que asegura el acceso, a tiempo y sin incertidumbres, a lo que la familia necesita para vivir con dignidad. La paz que proviene del reconocimiento del otro y el respeto a su visión del mundo. La paz que permita, en suma, el pleno ejercicio de nuestros derechos constitucionales. Una paz sustentada en la justicia. Una paz que privilegie la vida.
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