miércoles, 15 de julio de 2015

Opinión: El comisario de Campoma

Por: Félix Bejarano Bermúdez

El centro poblado de Campoma, cercana a Cariaco, tenía como una de sus características más excelentes, la vinculación muy estrecha entre los habitantes de ambos vecindarios. Era normal que los fines de semana muchos cariaqueños se acercaran a esa comunidad para “pasar el día”, entre sancocho, peleas de gallos, parranda y amanecer en cualquiera de las casas de los amigos. Amén de las festividades patronales que se hacían en honor a San Martin de Porres.

Allí nació el 15 de julio de 1946, del que se cumplen hoy 69 años, Enrique Lara, a quien todos, pese a que en la actualidad no ejerce ese cargo, le conocen como “el comisario de Campoma” o simplemente “el comisario”.

A él lo podemos ubicar en la categoría de personaje popular, debido a que es conocido no sólo en la zona donde reside sino que también es una referencia generalizada por las características que le definen como un genuino pueblerino, con muchos amigos y compadres, entre los que nombraré a unos pocos porque la lista es demasiado larga: Ramón Moncho Salazar, Andrés Piñero, Pascual De Santis, Gonzalo Villegas, Jesús “alcatraz” Cova, Sonia Cova y les doy disculpas a los demás pero aquí no caben.

Son centenares las anécdotas que tiene este ciudadano y con todas, por la forma como las manifiesta, a los que le escuchan sólo les queda desternillarse de la risa trayéndoles lo que le aconteció cuando vivía en Caracas cuando se desempeñaba como obrero de la construcción por allá, en los años 70 del siglo pasado.

Acontece pues, que quizás fue el atajaperros más grande que tuvo, fue cuando llegó a la Maternidad Concepción Palacios, en Caracas, para ver a su compañera a quien había llevado a parir el día anterior. Al preguntarle a la enfermera por la parturienta le dijo que ella estaba bien pero a su hijo le pusieron “oxigeno”.

Allí ardió Troya. Enrique cogió una tibiera cuando le dijeron eso, preguntándole a la enfermera como le iban a poner oxígeno a su hijo si los nombres de los muchachos se los ponían de acuerdo al almanaque. No señor –le contestó ésta un poco atemorizada al ver el rostro descompuesto de Lara - el médico le puso oxigeno por que no podía respirar bien, dándole una explicación de lo que eso significaba. De la maternidad salió con una pea de la alegría.

Este es apenas una de los tantos cuentos de este ciudadano de Campoma que he recopilado, faltándome el del día que lo atracaron cuando venía del trabajo pero esa queda para otra oportunidad, pero les dejo esta: hace pocos días venía del puesto de pescado con una bolsita y Pascual De Santis, siempre de ocioso le dijo ¡Coño compay Enrique va a comer sardina hoy! Compay –le respondió él con una salida ingeniosa con el hablar que le identifica - el médico me dijo que el carite ni lo viera.

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