domingo, 18 de diciembre de 2011

Gonzalo Aragort/"Tercrita"

Por: Gonzalo Emilio Aragort Reyes
aragorrrt@hotmail.com

Recuerdo que prometí un cuento raro y malo para hoy, pero pasé full la semana tratando de cuadrar un negocio inmobiliario y metido en la tal política electoral. Algo así como que un comerciante quiera ser, al mismo tiempo, bodeguero y cliente. En ninguna de las dos cosas me fue bien, de modo que el tiempo no me alcanzó para hacer un buen cuento ni uno malo y sólo alcancé a recordar algo raro. Creo que sólo podré cumplir la partecita esa de la promesa que decía que será un mal cuento. Y se trata de un caso en Río Chico, cuando yo tenía 9 años, navidad 1962, exactamente la tarde fría del martes 24 de diciembre.

El recordado Pedro Jaén, siempre montado al enorme caballo castaño claro y su liquilique con botones de monedas de plata, pasó por la esquina de El Borbollón de Castrín con la arrogancia que fue su sello hasta la muerte y al pasar frente a la recordada bodega cerca de mi casa, una mujer humilde con tres niños en los brazos le pidió una limosna o algo de pan para mitigar el hambre que ni el niño Jesús podía curarles. Pedro bajó del caballo, le dio 5 bolívares y panes de los que hacía Cristóbal Rivas. Subió a su caballo, llamado El Trueno, y no vio a la mujer hacerse la cruz, no tanto por gratitud como por la sorpresa, porque por primera vez Pedro Jaén se permitía un gesto como aquel. Siguió hacia el puente a esperar carro que la llevara a El 40 y ahí fue que la vimos los amigos que corríamos patín lanzándonos de la cabeza del puente hasta la casa de los Monzón; la vimos cuando se agachó para recoger algo en el piso, que luego supimos que había sido un rollo de billetes tirados ahí; gritó riendo mientras sus tres hijos no entendían nada. Nos regaló tres bolos a cada uno después de comprar donde Damián comida para 20 días y subió a un camión.

Al rato pasó Pedro Jaén en El Trueno Castaño Claro y nos lanzó varias monedas de plata, riendo como nadie lo había visto antes y quedamos todos bocas abiertas. Dejamos de correr patín y fuimos donde turco negro a comprar traqui traquis, silbadores y salta pericos. Nos alcanzó para una familiar a real y de repente la radio dijo: “Urgente urgente, noti rumbos de última hora. De las montañas de hielo del polo norte acaban de brotar enormes lenguas de fuego vivo…”. Turco Negro dijo, llenando el tanque de kerosén, “Coño, con razón el clima está tan raro. Lo que le falta al país es que un rico regale real y un pobre coma las 3 veces…”. Salimos de allí sin saber lo que estaba pasando, pero aquello se me grabó para siempre en la memoria. Y hoy lo recuerdo para brindarles cualquier cosa aunque sea un mal cuento pues sigo creyendo que con un mínimo esfuerzo podemos lograr, todos juntos, que cualquier Pedro Jaén que ande por allí deje escapar el bueno que esconde en el alma; y cualquier mujer pobre encuentre la noche buena del 24 que nos merecemos todos. Sólo basta, si UD. así quiere verlo señor lector (a) con que veamos al vecino y al amigo con los ojos del buen vivir, ojos de esperanza y de optimismo, porque, como dijo María Conchita en la cárcel Modelo, ante mil presos violentos…: “Desde el hueso del ser más salvaje puede brotar la flor que adorne la peor vida”

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