El convento construido por los misioneros franciscanos en 1515 al calor del proceso evangelizador en la formación de la ciudad, fue destruido por los indígenas en una revuelta liderada por el cacique Maragüey. Para ser refundada por Gonzalo de Ocampo en el año 1521, dándole el nombró a esta población de Nueva Toledo.
Una segunda rebelión derribó nuevamente el convento que fue levantado en 1523 por el Capitán Jácome Castellón. La ciudad se llamó Nueva Córdoba. En 1530 Nueva Córdoba fue azotada por un terremoto lo que se traduce en estancamiento en su desarrollo. El 24 de noviembre de 1569, llegó el primer gobernador de la provincia de Nueva Andalucía, creada por real cédula de 27 de mayo de 1568. Diego Fernández de Serpa es el gobernador de la Nueva Andalucía, que comprendía lo que es hoy todo el oriente del país incluyendo Guayana y Amazonas. Y el 27 de Noviembre le cambia de nombre a aquel poblado que está en la desembocadura del río Chiripiche, hoy Manzanares, y decide refundarlo con el nombre de Cumaná, (nombre que según la lengua que hablaban sus primeros pobladores, significaba "unión de mar y río") y comenzó a gobernarla.
Procedió Fernández de Serpa a reconstruir y repoblar la ciudad. En 8 días levantó 150 casas de paja y palma, trazó las calles y solares, y construyó la plaza central, la iglesia y la casa del Ayuntamiento. El 27 de noviembre de 1569, reunidos todos los vecinos en la Plaza Mayor de la villa, se levantó el Acta de la refundación de Nueva Córdoba, con el nombre primitivo de Cumaná. Presentes se señalan en el Acta 40 vecinos, muchos de ellos con su esposa e hijos. Entre ellos se encontraban: Miguel Reinoso, Bartolomé Morales, Gonzalo y Hernán López de Pedroza, Juan Isasi, Bartolomé de Acevedo, Juan Rengel, Melchor de Lozada, Pedro Gómez Castilla, Andrés Díaz, Martín López, entre otros. Se conformó el nuevo Cabildo y en nombre de Su Majestad Real, Fernández de Serpa nombró por Alcaldes Ordinarios a Germán López Pedrosa y a Juan Rangel Sanguino, por Regidores a Melchor Núñez, Miguel Sánchez Rendón, Juan Domínguez y Álvaro Merchán y como Procurador General a Pedro Alonso. Durante el tiempo que Fernández de Serpa permaneció en Cumaná, procedió a reconocer el territorio bajo su mando, a asignar responsabilidades regionales y a repartir encomiendas.
El 2 de julio de 1591 el Rey Felipe II de España concedió a Cumaná el título de ciudad y asignó Escudo de Armas. A partir de 1600 entra Cumaná en progreso económico, político, social y cultural. Las familias que llegaron con Fernández de Serpa se establecieron en la villa y en unión con los habitantes de la antigua Nueva Córdoba, constituyeron el núcleo fundamental de la dirigencia de la provincia y motor de la economía regional.
Este recuento histórico, tomado de historiadores como: Tavera Acosta, Salvador Sosa Caraballo, testimonios de familias cumanesas: Carlos Iturriza Guillen, Fray Cayetano de Carrocera con sus “Memorias para la Historia de Cumaná” datos de Doña Josefa Guillen Quintero; de familias tales como: Vetancourt Aristiguieta; Marcano Betancourt, Lara Marcano, Montbrún de Bermúdez, Betancourt Fajardo, Rubio y Villegas; y la recopilación efectuada por el actual cronista de la ciudad, Sr. Ramón Badaraco, evidencian la significación de este personaje en la historia de esta ciudad y su gentilicio. Historia que define la idiosincrasia de sus pobladores, orientando su presente y futuro. Por ello nos parece contrario al sentir de los cumaneses el cambio del nombre del fundador de la ciudad, en vísperas de sus 500 años de fundación.
Las líneas anteriores cobran fundamental importancia, sobre todo en tiempos en que desde la perspectiva de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, y en específico en su artículo 2, se diseña un modelo de Estado, Democrático y Social, de Derecho y de Justicia, que convierte los derechos humanos en el epicentro de su ordenamiento jurídico y de su actuación, razón por la cual el ciudadano, representa la razón de ser de dicho Estado, que atribuye a sus habitantes un rol protagónico.
Siendo cierto lo antes señalado, resulta sorprendente que para el día 12 de octubre del presente año, los habitantes de la ciudad de Cumaná, y fundamentalmente los vecinos de la Avenida Fernández de Serpa, hayan sabido extraoficialmente de la decisión tomada por la Cámara Municipal del Municipio Sucre, de cambiar el nombre de la citada Avenida por el de María Rodríguez, cosa que no tendría nada de extraño, si las cosas se hicieran debidamente y con apego a la ley y la historia.
María Rodríguez, mujer del pueblo, cumanesa a carta cabal, folclorista, cultora, cantante que enalteció el gentilicio cumanés, sucrense y oriental, hizo méritos suficientes como para que muchas calles, avenidas, instituciones y organismos lleven su nombre, nadie lo duda, pero no es precisamente lo que ha ocurrido lo que ha representado homenajear a nuestra “sirena”, nuestra “mariposa”, todo lo contrario, ella, su nombre y su imagen, lamentablemente ha servido para sustituir a otro, en observancia de criterios y posiciones, que en nada enaltecen a nuestra artista, por cuanto ha servido de subterfugio para menospreciar la historia y sobre todo, para manifestar sentimientos de animadversión frente a la “satrapía” española.
Estamos seguros que de habérsele manifestado a María Rodríguez que a su muerte el homenaje del cual sería objeto se expresaría en colocar su efigie en el lugar ocupado por otro, no lo hubiese aprobado, ella no puede ni debe ser sustituto de nadie, ella hizo méritos como para que en vez de servir de excusas para quitar “al español” Fernández de Serpa de la plaza que ocupa, se hubiesen construido calles, avenidas, teatros, aunque ya el de la Universidad de Oriente, Alma Mater de esta región lleva su nombre, escuelas, y edificaciones culturales fuesen distinguidos con su nombre.
Lo antes señalado conduce a preguntar: ¿Por qué no colocaron el nombre de María Rodríguez a la Cinemateca? ¿Por qué no adquieren su casa y crean un museo para que el ciudadano y las generaciones futuras conozcan a profundidad su obra?, ¿Por qué no se construye el teatro municipal en las instalaciones del antiguo mercado, que tanta falta hace, y lleve su nombre? ¿Por qué no se detienen a pensar que cambiar el nombre de una avenida, no es un simple acto administrativo, si no que el mismo surte efectos de desde diferentes perspectivas, frente a terceros?
Los vecinos de la Avenida Fernández de Serpa, y sobre todo quienes ejercen el comercio o actividades profesionales en los alrededores de la misma, estarán obligados a cambiar papelería, redactar documentos, tramitar en organismo públicos la modificación de los fondos de comercio y toda documentación que se vea afectada por la modificación que se ha hecho, con todos los inconvenientes legales, económicos y burocráticos que ello implica.
Lo antes señalado no ocurriría si se pusiese en práctica y observara el sentido de lo que significa desenvolverse en el marco de un Estado Democrático, en el cual se ha conferido al ciudadano un carácter protagónico y por lo tanto beligerante. Ello obliga a escuchar, solicitar la opinión, consultor y someter al escrutinio ciudadano las decisiones trascendentes y la indicada es una de ellas, para la cual no se ha contado con la opinión ciudadana y sobre todo con la necesaria participación de quienes viven, o su actividad gravita en torno a la avenida Fernández de Serpa.
Por tanto, solicitamos con todo respeto, la reconsideración de la medida tomada, la que en modo alguno homenajea, exalta y reconoce a María Rodríguez, sino que la convierte en mecanismo para el repudio de otras figuras a quienes el destino o la vida los introdujo en nuestra historia, la cual no podemos destruir a los porrazos, y en medio de decisiones inconsultas. Requerimos como cumaneses, orgullosos de nuestras raíces, de nuestro folclor, de nuestros artistas, y de nuestros cultores, entre ellos María Rodríguez, que la misma sea verdaderamente homenajeada y reconocida, con la construcción de una nueva obra que lleve su nombre, sobre todo ahora cuando nuestra ciudad se apresta a celebrar 500 años de su fundación.
Señores de la Cámara Municipal, señor Alcalde del Municipio Sucre, solo oyendo a la gente, solo construyendo se fortalece la sociedad y se hace la Patria Grande que todos merecemos, para lo cual debe tenerse como bueno, lo estatuido en el texto constitucional, que sienta las bases para la materialización de la democracia con la que todos soñamos.
En espera de su receptividad, nos suscribimos.
LOS VECINOS.
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