Por: Amalio (Mayito) Solano
amasol-5@hotmail.com
Irapa de ayer, guarda mucho de ese pasado como la gabarra que se hundió en el mar cerca de la orilla de la playa cuando la dejaron abandonada. A esta la utilizaban para transportar ganado desde Caripito y víveres para ser distribuido en las bodegas del pueblo. La gabarra perteneció a Tomás Aquino.
Tuve la oportunidad de llegar a ver las embarcaciones trinitarias, cuando tenía diez años de edad y la chiquillería irse a la playa para ver la llegada de los trinitarios; verlos bajar por las escaleras de mecate que lanzaban desde el barco hasta el bote que los esperaba para llevarlos a tierra.
En el sector Colombia vivió el trinitario Toní, quien tuvo una hija de nombre Josefina y un varón llamado Tonicito. A la mamá de Toní le decían La Madama y ella con su esposo lucían sus cabellos blancos ante su piel oscura. Por muchos años tuvieron una bodega y esta fue decayendo cuando murió el señor y finalmente desapareció cuando murió la señora.
Toní, como otros jóvenes se dedicaron a subir matas de coco, llevando el machete en su funda que pendía de su cintura y la “manea” (un pedazo de mecate empatado, que doblado como un ocho era colocado en los pies para comenzar a subir las matas y así llegar hasta las palmas, cortar las secas y tumbar los cocos que otros trabajadores se encargaban de recogerlos y echarlos en la caja del tractor, para ser apilados en el patio para que en su debido tiempo, los picadores comenzaran su labor a las cuatro de la madrugada. En el patio, las casas rodantes eran utilizadas para secar la pulpa del coco y convertirla en copra. Y en otro tiempo la utilizaban para secar el cacao.
Los picadores sostenían el coco en su mano izquierda y le daban tres cortes. Por cada tajo sobre el coco que sonaba como un tiro, se les oía un pujido; y en el tercero tiraban el coco al suelo y se iba formando una pila. Por cada pila de coco habían dos picadores, y al amanecer cuando las trabajadoras (mujeres sacadoras de coco) llegaban al patio, saludaban, se cambiaban de ropa y sin parar de hablar se sentaban en la orilla de un extremo de sus cajas de madera; tomaban una “penca” del coco partido en tres la cual colocaban en una de sus piernas y comenzaran a extraer con su cuchillo la pulpa.
Este trabajo, los hombres y mujeres lo realizaban en las haciendas de: Vallecito, Güinima Río Chiquito Abajo, Las Cuibas, Soro, Macuro, entre otras. El cuchillo que usaban las mujeres lo hacían de alguna pala de machete y en un extremo le enrollaban tiras de trapo para protegerse la mano. Los hombres colaboraban con las mujeres cortándoles palmas verdes para protegerla del inclemente sol. Estas palmas la enterraban en la pila de coco (ya picado) como a veinte centímetros y les daban sombra.
Cuando ellas tenían las cajas de coco llenas, le decía el que llevaba la cuenta en su cuaderno de cuantas cajas sacaban cada una de ellas: “Le falta, a esta caja le falta. Échale otro poquito”. La caja tenían que estar “colmada”, es decir que sobresaliera. Y si había una mujer que se quejaba, el encargado le decía: “Puedes agarrar tu caja y te vas”. Pero como ella y las otras mujeres necesitaban darle de comer a muchachos, se quedaban tranquilas. Y los trabajadores fijos de las haciendas, las explotaban haciendo más rico al patrón.
En el Chuare vivió otro trinitario a quien conocí como Don Glá. Recuerdo que estando yo en tercer año de bachillerato, me iba a su casa y me ponía a conversar con él y le hablaba en inglés de lo que iba aprendiendo en el liceo. Al igual que cuando veía a Toní pasar frente a la casa, lo llamaba para que me explicara inglés o me iba a su casa para que me sacara de alguna duda.
En este noble pueblo convergieron diferentes culturas por la llegada de franceses, colonos, haitianos, culíes, trinitarios, africanos. De todas esas culturas la que más se enraizó musicalmente hablando fue el calipso tocado por los trinitarios en Steel band y los disfraces (braga negra o roja, también combinada con estos colores) de diablos que lucían los culíes o culises como le decían en Irapa, que después de muchos años transcurridos fueron declarados Patrimonio Cultural del Municipio Mariño. De esto hace apenas tres años.
Las manifestaciones folclóricas como El Pájaro Guarandol, La Lancha Nueva Esparta, La Culebra, el baile de El Caisimara, entre otras tradiciones, eran la diversión durante el día por las calles adornadas por las bambalinas de colores que la brisa hacía sonar.
En las noches de carnaval los hombres y mujeres salían disfrazados a bailar en los bares como: El Bar San José, el Bar de Cancia y El Tiburón. Todas estas diversiones se fueron perdiendo que la nueva generación poco o nada saben de cómo fueron aquellos años. Entre los disfraces estaban: la sota de basto, la sota de espada, etc.
La música de Steel band llegó a ser la más popular en tiempo de carnaval. A Irapa llegaban músicos de Trinidad, de Caripito, “Los Pelícanos” y de Güiria, Guapango.Recuerdo haber escuchado a personas decir “llegaron los tamborines”, por los tambores que usaban, los cuales cinco tambores enteros eran el bajo, uno pequeño el piano y dos más grandes llamados doble piano, un rayo y un tambor de carro que lo tocaban en el centro con un destornillador. A los músicos se les preparaba una tarima o “zorra” rodante, la cual los muchachos empujaban o cuando no, iban los integrantes de la agrupación tocando en camiones.
Pero como el viento que se llevan las hojas, el calipso desapareció por muchos años en el pueblo hasta que Héctor “Peinao” Velásquez, nativo de Irapa, pero se formó como músico en El Tigre y luego se radicó en Güiria tocando con Guapango. Un día decidió quedarse en su pueblo cuando unos trinitarios llegaron a tocar en el carnaval y decidieron venderle el steel band al Concejo Municipal.
Así se formó el grupo con los hijos de “Chón” y otros muchachos que en tres meses “Peinao” prometió enseñarlos a tocar y la primera presentación fue en una esquina de la plaza de la iglesia. Luego “Peinao” formó otro grupo integrado en su mayoría por los muchachos del sector Colombia cuando los hijos de “Chón” se independizaron.
El segundo grupo musical estuvo integrado por: Héctor “Peinao” Velásquez (director y piano), Argelia Barceló (bajo), Alcides Valderrama Solano (segunda), Neri Millán (bajo), Luis Bravo (segunda), Julio Solano (tumbadora) y este servidor Amalio Solano (timbal).
“Peinao” estuvo fuera de Irapa un largo tiempo y en eso aparecieron los músicos trinitarios y se quedaron en Irapa. Ellos fueron Felipe, Win y el otro de nombre Cecilio, a quien le decíamos “Ceci” y se dedicaron a enseñar y a tocar con los muchachos que se habían formado con “Peinao”. Cecilio se enamoró de Daly Romero y tuvo un niño y una niña con ella. Con el tiempo Juan se fue a vivir a Carúpano y Win a San Félix. Era la época de los años ´70.
Hay un dicho que dice: “El buen hijo vuelve a casa” y Héctor “peinao” volvió y allí está en su tierra con su Steel band “Héctor y sus Estrellas” de Irapa.
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