domingo, 17 de julio de 2011

Gonzalo Aragort/"Tercrita"

Por: Gonzalo Emilio Aragort Reyes
aragorrrt@hotmail.com

La vida del niño es fantasía, sueños constantes de vidas que no existen para nadie más, pero que son la esencia de esa etapa y, por lo tanto, son la realidad real del niño. Su Real Fantasía…

El fallecido escritor Denzil Romero ganó un premio con un artículo que narra su experiencia a orilla del río de Aragua de Barcelona, montado cada tarde en el copo de la mata de jobo que era su único juguete. Desde allí fue Capitán de grandes barcos griegos que invadían su sitio; o soñaba con el pez más grande que jamás hubo y sólo él era capaz de enfrentarlo, pescarlo y dárselo a los vecinos hambrientos sin empleo en aquel lejano año de sus infancias rurales. Soñó cosas tiernas. Viajó en el barco con amigos enamorados que saludaban a las sirenas y ballenas multicolores que los invitaban a dejar ese pueblo triste.

El artículo ganó el concurso anual de El Nacional y se llama “DESDE MI CEREZO JOBO”, que tuve la fortuna de leer y releer al ganar el premio y hoy se lo cito para el niño que nos queda en el alma. Niños de sueños. Como el sueño de John Lennon, “Imaginando” mundos sin injusticia. El sueño ingenuo de Martin Lúther King con mundos de hombres iguales en derechos y felicidad. O el de Facundo Cabral, al cantar por un mundo sin absurdos ni estupideces. Lindas fantasías de adultos que van más allá, mucho más allá de cotillones, jugos, helados y minitecas, porque algún niño va hoy en la tarde a casa del campo de la mano del padre y llega, se quita la ropa incómoda, sube al árbol del río, toma un mango de la mata y lo come paso a paso, poco a poco, viendo el horizonte, con la pregunta invisible que lo inquieta todo el rato, sin imaginar de dónde sale.

Come y oye la pregunta a lo lejos…: “¿Por qué la alegría tan intensa de hoy no puede ser mañana, pasado y siempre……?” Duerme sobre el árbol y sueña más. El pez de 30 metros lo llama y le dice que lo espera en “el sitio lejano, allá donde el azul del mar no es azul”. Baja del árbol al mejor estilo inglés, con cuidado de no ensuciar sus elegantes botas de capitán ni el hermoso traje azul oscuro bordado a verde y estrellas rojas como el fin del mar de ocasos. Monta a su barco y zarpa al raro mundo donde no hay calendario ni reloj porque nadie pone límites a la felicidad infantil. Nadie, pues la única ley es cantar música de Lennon, canciones de Cabral e irreverencias de Lúther King, al compás del aleteo del pez que saluda al Capitán a su paso y le hace coro a la melodía sostenida a favor del mundo sin armas, sin estupideces humanas y con días del niño todos los días de la vida. “Imagina ese mundo…”, pidió Lennon. Y yo lo imagino con gusto.

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